Transgénicos: diez argumentos de los ecologistas que conviene cuestionar

Foto: Donna Cleveland

Jordi Sabaté

Barcelona —

Desde que el hombre es hombre, manipula a otros seres genéticamente para sacar provecho. La mejora genética interesada de las especies que más nos convenían, con cruces forzados entre individuos que denotaban determinadas características deseadas, es la base de la agricultura no sólo moderna, sino también tradicional e incluso ancestral que comenzó en el Neolítico

El que en la actualidad se haga en laboratorios abre un debate acerca del control que debemos tener sobre nuestras herramientas de modo que no nos superen, pero no cambia la esencia de la actividad. Los cultivos transgénicos vienen a generar plantas que sin el recurso de la ingeniería genética habríamos tardado siglos en lograr o quizás no hubiéramos logrado. Pero no son monstruos ni, por el momento, parece que entrañen peligros que no se puedan evitar.

Es comprensible el miedo que genera una nueva ciencia, y también lo es la desconfianza que provoca todo lo promovido por gobiernos y organizaciones empresariales en nombre del progreso, ya que muchas veces esta invocación ha demostrado tener lados muy oscuros. Pero los miedos y desconfianzas deben pasar por el tamiz de los razonamientos y el debate, para ver hasta qué punto son fundados. Es lo que pretendemos hacer en los siguientes párrafos.

1. Los transgénicos pueden aumentar la resistencia de los patógenos a los antibióticos

Una de las técnicas más utilizadas hasta ahora para manipular los genes de un embrión es el uso de los llamados 'marcadores de resistencia a antibióticos' o GMRA. Estos son secuencias mutantes de ADN de cepas bacterianas resistentes a antibióticos, que se utilizan para inducir, a su vez, las mutaciones deseadas en los transgénicos. Es un vector muy común y práctico, pero es cierto que entraña peligros, como el que parte de estas secuencias o genes pasen al medio ambiente, afectando a bacterias del suelo y convirtiéndolas en resistentes a los antibióticos. Es lo que se conoce como 'transferencia genética horizontal'.

También se teme que parte del genoma de un alimento transgénico pueda resistir entero en nuestro estómago y llegue a alguna bacteria beneficiosa de nuestra flora intestinal, provocándole una mutación que la haga resistente a los antibióticos además de patógena. No es un tema menor, todos conocemos el gran problema que actualmente suponen las superbacteriassuperbacterias. Precisamente estudios en ratones han constatado que secuencias de ADN pueden resistir la destrucción del estómago y pasar a la sangre e incluso a la descendencia a través de la placenta. 

Por lo tanto, en la actualidad la agencia estatal norteamericana FDA obliga a limpiar de la presencia de GMRA a las plantas finales que vayan a ser comercializadas. Es decir, debe haber una garantía de limpieza para obtener licencia comercial. Aun así, la probabilidad de que un trozo de ADN penetre en una bacteria del suelo o de la flora intestinal y le provoque una mutación es sumamente baja, aunque no inexistente. Las propias bacterias tienen sus propias defensas para destruir todo ADN foráneo que pueda entrar en su plasma.

2. Comer transgénicos puede provocar mutaciones cancerígenas

Para la alteración genética de un embrión o una célula madre también se emplean lo que se conoce como 'secuencias promotoras'. Se trata de secuencias de ADN de origen vírico que son especialmente efectivas para introducir un pedazo de secuencia genética en otros seres. Estos promotores, a diferencia de los GMRA, no se limpian de la planta final y podrían, al ser ingeridos por seres humanos, pasar a algunas células provocándoles mutaciones. ¿Tal vez cancerígenas?

En realidad no es tan sencillo provocar una célula cancerígena y es altamente improbable lograrlo con una simple transferencia horizontal; se necesita una acción constante y a largo plazo sobre un determinado órgano o tejido, como el humo del tabaco del fumador habitual, la exposición continuada a ciclos aromáticos, etc. Además, comemos continuamente ADN vírico de manera accidental y el genoma humano tiene una elevada capacidad de absorber trozos de ADN foráneos sin que le afecten. De hecho, una buena parte de nuestro material genético son repeticiones de ADN vírico sin función alguna.

3. Los transgénicos pueden aumentar la sensibilidad en personas alérgicas

Se esgrime que los organismos genéticamente modificados no solo tienen como efecto las ventajas que deseamos potenciar, sino que presentan otros secundarios que podrían ser adversos. A este respecto se cita el aumentar la sensibilidad a determinadas alergias en personas ya de por sí predispuestas. Un estudio científico con ratones en 1999 afirmaba que algunos individuos podían verse seriamente afectados por determinados compuestos de una variedad de patata transgénica. 

El experimento fue criticado por otros expertos, que lo consideraron mal diseñado. Por otro lado, por el momento, con cientos de millones de personas comiendo transgénicos en todo el mundo, no se tiene de momento noticia de que la existencia de efectos alérgenos en personas sensibles. Dicho lo cual, no quiere decir que en el futuro no se reporten.

4. Los cultivos transgénicos pueden generar en sus partes consumibles subproductos tóxicos

En la evaluación toxicológica de los alimentos transgénicos, los resultados obtenidos por los científicos son contradictorios. Los experimentos se centran en evaluar sus efectos sobre el hígado y sus células, pues en este órgano se produce la detoxificación de sustancias que entran en el organismo. Un estudio en ratones alimentados con soja resistente a glifosato -un herbicida-, encontró diferencias en la actividad celular de los hepatocitos, sugiriendo una modificación de la actividad metabólica al consumir transgénicos. A nivel humano, no se han reportado por el momento casos de intoxicaciones por ingesta de transgénicos a pesar de los millones de toneladas que se comen cada año.

Sin embargo, este punto causa pavor en algunos países como China, donde el rechazo a estos productos en la población es total, incluso en contra de las recomendaciones del propio Gobierno. Además, se han reportado amenazas de muerte a los científicos que osan investigar transgénicos para cultivos. Paradójicamente, China es uno de los líderes mundiales en recombinación genética de animales, habiendo trabajado incluso con embriones humanos.

5. Los transgénicos afectan seriamente a la biodiversidad

Se argumenta que los cultivos transgénicos, al tener como fin ser más competitivos en la lucha por los recursos del suelo y ofrecer un mejor rendimiento, pueden mermar seriamente la biodiversidad de una determinada zona. También que pueden agotar las reservas tanto de agua como de nutrientes dado su rápido y vigoroso desarrollo. Para defender esta tesis se exponen las grandes plantaciones de maíz transgénico, arroz, soja y otros cultivos de Estados Unidos y algunas zonas de América Latina.

Es cierto que los cultivos transgénicos son ideales para el desarrollo de lo que se conoce como agricultura industrial, es decir en enormes extensiones de terreno, incluso provincias o estados enteros. Pero el fondo del problema en este argumento es de modelo agrícola, no del producto en sí, ya que un cultivo transgénico también puede usarse en pequeñas extensiones y combinado con otros cultivos. 

De todos modos seguramente es lícito el debate sobre sí el precio de la semilla transgénica es rentable para pequeños agricultores, con lo que se fomentaría la agricultura industrial, efectivamente mucho más agresiva, enemiga de la biodiversidad y un factor de empobrecimiento para el pequeño agricultor

6. Los transgénicos agreden al medio ambiente

Derivado del punto anterior, se puede conceder que si fomentan la agricultura industrial, sí agreden al medio ambiente. Pero también es cierto que muchos transgénicos se diseñan para producir más con menos recursos del suelo, tanto hídricos como nutricionales. El crecimiento en bajas condiciones hídricas, en suelos pobres o con resistencia a plagas de insectos son algunos de sus fines, y según diversas estimaciones, su uso ha comportado una importante reducción en el uso de pesticidas y plaguicidas, lo que habría redundado en un aumento de la biodiversidad. La propia FAO apoya esta tesis.

7. Los transgénicos están fomentando el uso del glifosato

Es cierto, pues los transgénicos se diseñan para ser resistentes a este herbicida. Pero también lo es que el glifosato se encuentra entre los menos potentes y lesivos de su género en comparación con otros herbicidas usados en zonas libres de transgénicos. A pesar de esto, los diferentes organismos internacionales recomiendan seguir estudiando los efectos del uso prolongado de glifosato.

8. Las plantas transgénicas pueden favorecer la contaminación genética

La tesis es que los individuos transgénicos de una especie se pueden cruzar con otros no transgénicos y dar lugar a mutantes que se escapen al control biológico y generen desastres ambientales. Esta es una posibilidad que conviene tener en cuenta cuando se diseña un cultivo transgénico, y que debe ser combatida con la separación de cultivos e incluso con la desincronización de los mismos. 

Es decir, evitar que en una misma zona se planten a la vez variantes transgénicas y naturales, de modo que se anulen las posibilidades de cruzamiento. De todos modos, muchos cultivos transgénicos son plantas estériles y por lo tanto incapaces de cruzarse. A este respecto, se diseñó la tecnología Terminator para asegurar que los individuos transgénicos sean estériles. Por el momento esta tecnología está en fase de estudio y no está permitido usarla.

9. Los transgénicos obligan al agricultor a volver a comprar semillas para la siguiente cosecha

Esto no es cierto para todos los transgénicos, pero sí para muchos, como lo es para muchas otras especies cultivadas no transgénicas. Se aduce además que la tecnología Terminator está pensada para tal fin, pero lo cierto es que todavía no está aprobada y, como se ha dicho, está pensada para evitar la contaminación genética. En este sentido, la esterilidad de los transgénicos es una seguridad adicional.

10. El negocio de los transgénicos es un oligopolio

Es cierto que el mercado de semillas transgénicas está dominado por muy pocas compañías multinacionales, lo que provoca un grave riesgo de oligopolio. Este hecho se ve agravado por la alta inversión inicial necesaria para desarrollar una variedad nueva y la gran cantidad de problemas legales que se encuentran las pequeñas compañías en algunos países. Además, las semillas transgénicas tienen derechos de reproducción y explotación que elevan su precio y complican el desarrollo de alternativas libres.

Pero es un problema muy similar al de ciertas vacunas desarrolladas por compañías farmacéuticas, y el mismo no invalida la efectividad de la vacuna; igual sucede con muchos transgénicos. Lo lógico sería atacar a las políticas de estas multinacionales, no a sus productos. Por otro lado, existen pequeñas compañías que desarrollan transgénicos con éxito, incluso organizaciones no gubernamentales como la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, que creó el arroz dorado, con aportaciones de vitamina A para prevenir la avitaminosis en zonas del sureste asiático. 

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